La escuela intermedia era difícil. Bien distinta a la escuela elemental. Aunque en mi pueblo las escuelas intermedia y elemental estaban una al lao de la otra. No podían ser mas distintas.
El uniforme de los estudiantes de la escuela elemental era camisa amarilla y pantalón azul. Mientras que los de escuela intermedia tenían que usar crema y marrón. No era la única diferencia, los colores mandatorios para los uniformes. Tampoco era la diferencia más profunda. En intermedia las cosas eran mas serias y los niños ya empezaban a desplegar una crueldad que rayaba en lo despiadado. Las niñas no se quedaban atrás.
Había un nene en la escuela. Bien flaquito. Chiquito. Estaba justo en el entremedio de no ser blanquito, pero tampoco ser trigueñito. Le decían «Lagartijo«.
Traté de ser panas con Lagartijo. Me daba pena. Los demás nenes abusaban de él. Y las nenas se le reían en su cara. Cualquiera que fuese el bajo peldaño institucional jerárquico escolar donde yo estaba parao, Lagartijo estaba mucho, mucho, mas abajo que yo. En estos tiempos le llamarían bullying. En aquellos tiempos… Bullying y estar en la escuela eran sinónimos. Simplemente venia con el territorio. Siempre ha sido así para niños como Lagartijo.
A todas luces Lagartijo era un niño bien inteligente. A veces, sin embargo, andaba perdido en alguna clase. Matemáticas especialmente. Yo trataba de ayudarlo… pero poco. Lo mantenía lejos, como a leproso. No quería que cualquiera cosa que determinaba que Lagartijo fuese blanco del abuso de los compañeros de la escuela se me pegara a mi. Ya yo tenía bastante desventaja, era suficiente con tener que ser un nene gordito, feo, y con buenas notas.
Lagartijo no se callaba la boca. Claramente un mecanismo de defensa. Tal vez en su casa le servia. Me imagino que en su hogar demostrar suficiente inteligencia como para hilvanar palabras en oraciones evitaba mayores maltratos. En los tiempos que yo me crié había mucho adulto para los cuales un niño no era realmente un ser humano. En la escuela no era tan efectivo, las nenas le preguntaban cosas para que se pusiera a hablar en clase, lo que lo ponía de malas con los maestros. Cuando lo azuzaban para que hablara en la hora de recreo a veces venia algún nene mas grande, y copiando lo que hacían los maestros, lo mandaban a callar. A veces gritándole, a veces… con golpes.
Quisiera decir que fui valiente, y que me arriesgué para defender a Lagartijo de tales indignidades. Pero nada estaría mas lejos de la verdad. Fueron pocas las veces que me dieron en la escuela o fuera de ella. Pero ninguna vez me sentí tan mal con la violencia expresada por mis compañeros escolares como la que vivió alguna vez Lagartijo. Alguno de esos días que Lagartijo no se callaba, vino un compañero y lo hizo callarse con bofetadas. Cada bofetá mas fuerte que la otra. Hasta que Lagartijo terminó con un lao de la cara rojo. El ojo de ese lao lloroso.
Han pasao mas de treinta años, y aun hoy día cuando pienso en eso me siento culpable. Fui un cobarde; y no puedo decir que haya mejorao mucho en eso. Por otro lado, me pregunto, como era posible que Lagartijo no se quebrara en llanto después de tales bofetadas. Espero que solo sea el acervo obscuro de mi imaginación, pero no llorar cuando abusan de ti también es una conducta aprendida…
Ese nombre de Lagartijo… No recuerdo si ya lo apodaban así desde antes de que yo fuera panas con él. O si el apodo vino después que demostrara ciertas… habilidades. Y es que, no se como carajos, pero Lagartijo andaba a veces con lagartijos enganchaos encima. Los atrapaba, los acostumbraba a su calor corporal o a su olor, o algo. De seguro le pregunté, pero probablemente me habló tanto que perdí el hilo de lo que me estaba diciendo. Era como un Doctor Duliter de los saurianos. Un pequeño Noé de los reptiles que pululaban en los árboles escolares. Las nenas de la escuela empezaron a prestarle mas atención, pero con horror, como quien se topa de repente con los restos descuartizados de un animal en la carretera. Y es que, el truco final de Lagartijo era dominar tan cabalmente a aquellos pequeños reptiles que los hacia abrir la boca, pegárselos al lóbulo de la oreja…. Y dejarles arreguindaos como si fueran pantallas.
Eso si que, aunque les causara revulsión, a las nenas les gustaba.