Rojo Putón…

old hands holding red lipstick
Eman Genatilan, pexels

Iba a decir que no se de donde salió el apodo de «La Grilla» que le puso su madre a mi hija. Pero si, si sé. Tuvimos unos tiempos difíciles cuando nació, la niña sufría de reflujo, no quería el pecho de su madre, lloraba constantemente. Y siendo padres primerizos nos sentíamos tan agobiados. Nuestra preocupación era perenne. De su llanto estridente creo que fue que surgió el apodo.

Pero después de par de años La Grilla se había acallado en lo extremo. De pocas palabras, aunque su vocabulario, tanto en inglés como español, era extenso. Asumo, que la separación de su madre y su padre tuvo algo que ver. Pero es de esas cosas que prefiero no darle mucho pensamiento.

Como La Grilla no hablaba mucho, cada vez que la buscaba para que pasara el fin de semana conmigo, empecé a ponerle música de todo tipo mientras viajábamos en mi carro. Los viajes de ida y vuelta eran largos. Recuerdo la felicidad que me daba ver su sonrisa cuando llegaba a buscarla a casa de su madre. Y también la tristeza cuando la devolvía.

Una que otra ocurrencia sucedida durante esos viajes no se me olvida. Como la vez que nos chocaron el carro. Un choque bien leve. Pero como era ya tarde en la noche, y tocaba regresar la niña con su madre, a mi me dio la perse que no fuera un atento de carjacking y seguí el camino hasta la casa de mi ex. Al otro día apareció la policía en mi apartamento. Y cuando le enseñé al oficial donde me habían chocao el carro, y le expliqué la situación, y mi raciocinio, lo anotó todo y no me preguntó mas.

En otra ocasión, venía de camino de buscar a La Grilla cuando, en una intersección de Bayamón, se detuvo a nuestro lado una pareja de viejitos. Viejitos bien bien viejitos. Había salido la luz roja y la viejita, que iba del lado del pasajero, sacó un lipstick rojo putón… Y se pintó los bembes.

No se porqué, pero ver aquella estampa me dio mucha felicidad. (mentira, por supuesto que sé porqué, asumí los viejitos habían tenido éxito en lo que la madre de mi hija y yo, principalmente yo, habíamos fallado)

Perdí a los viejitos de vista pero se me antoja pensar que, luego que la viejita se pintó los bembes, se viró hacía su viejito y le sonrió. Y el viejito, en respuesta, le sonrió también.